Por un monaguillo,
un reino
Los momentos que tanto temías
llegan envueltos en celofán apestoso. La mayonesa
caducó en su día y las colonias de florecientes
civilizaciones trepan por la barra de pan. Hay mil mundos de hongos
y líquenes. En la inmensidad del agujero de una
miga las galaxias se expanden. En algunos planetas surgirá
la vida para que un historiador del régimen venga a sentar
cátedra. Un estreptococo vale más que mil palabras.
Supernova de beicon rancio. El olor es portador de invasiones
alienígenas.
Te crees un dios destructor de mundos
porque tu sangre todavía lleva restos de lo de anoche.
Tu sombra se proyecta contra la baldosa mugrienta. Nunca sabrán
que les aniquiló un cuarenta y dos talla europea, envuelto
en un calcetín sudado. Infinitas casualidades, infinitos
momentos semi-repetidos en tantas tardes de madrugar. Hoy destrozarías
siete rollos de papel higiénico y sólo habrías
entrado en calor. Qué desilusión.
Todos estos borregos que te acompañaron
¿dónde están? Reclamar cintas olvidadas es
más trabajo que gorronear palomitas de maíz.
Contén tu furia sólo dos minutos. Un asentamiento
de cucarachas ha declarado posesión sobre aquel terrón
de azúcar. Se expanden tus dominios. Las bolsitas
de té cuelgan del techo. Te vas a morir de asco
pero que sea después de la publicidad. Ten ese decoro.
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- Actualizado el 02-05-04
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