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El Pinball
no es lo que era
Qué juego más estúpido,
madre del amor hermoso, el pinball. No me refiero a esos pinball
grasientos, llenos de quemaduras de cigarrillos y restos de pipas,
no. Tatuados con círculos de vasos y botellines variados.
Maltratados y vejados. Hostiados cada tarde. Todavía
se encuentran algunos en garitos heavys o bares de barrio. ¿Existen
empresas que los mantienen allí? ¿Tangaron al tabernero
y se lo quedó en propiedad? ¿Habrá follado
alguien encima hasta hacer mil bolas extra? ¿Ilustraba
los pinball el mismo "artista" que las atracciones de
feria? Preguntas sin respuesta para nostálgicos del mundo
real. Ahora que todo es virtual y los telediarios los presenta
un tío sentado en un tabuerete con el decorado, generado
por ordenador. El pinball. Oh, pinball. ¡Qué
han hecho de ti!
El pinball se ve triste encerrado
en una pantalla. Pequeño. Disminuido en sus posibilidades
gozadoras y desprovisto del erotismo. Sí, del erotismo
característico de su pariente físico. ¡Esa
estructura metálica!. ¡Esos arreones fuertes
con los brazos y las caderas mientras suenan las campanitas! ¡Ese
jugar con el pistón y la bolita al mete-saca! Para
entendernos: lo que en la vida real parece un puticlub de carretera,
con sus luces y sus metales brillantes, en un ordenador parece
una feria americana. Una de esas del 4 de Julio paleto con algodones
de azucar y olor a pollo frito. Chungo del todo.
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