BENDITA INFANCIA

De entre la ingente cantidad de novedades que presentaron en el pasado Saló el Cómic de Barcelona las editoriales más "raritas" del país, lo primero que adquirí fue, sin dudarlo, el álbum La ascensión del gran mal, de David B., publicado por la editorial Sinsentido. Y es que este francés pertenece a esa indefinida categoría de autores de los que todo el mundo habla pero que no tienen prácticamente nada publicado en castellano. O sea, un tío cojonudo por lo que dicen los cuatro entendidos de turno.

Y la verdad es que La ascensión... no defrauda en absoluto. Primero de toda una serie de álbumes en los que el autor nos narra episodios de su infancia, esta obra tiene como leiv motiv la imaginación y la creatividad como forma de "consumir la rabia" que bulle en nuestro interior. Un mundo, el de la fantasía, que se muestra en todo su esplendor en la infancia de todos y cada uno de nosotros, totalmente libre, sin las aplastantes cortapisas de la razón o los convencionalismos sociales, como queda ejemplificado en esa fascinación infantil del autor con las guerras históricas.

Y es precisamente esta época tan especial la que relata con maestría David B., un auténtico torrente de anécdotas y sensaciones con el único hilo conductor de la evolución de la enfermedad de su hermano, enfermo del gran mal que da título a la obra. Y es que ese es el otro gran tema del álbum, la relación del autor con su hermano mayor enfermo de epilepsia, quien va puntuando todos los acontecimientos de su vida, incluso cuando el paso de los años acaba por distanciarles emocionalmente. Detallista a la vez que emotiva, nos encontramos ante una de esas obras con "chicha", totalmente recomendable.

Retazos de vida

Dentro del género autobiográfico que casi ha llegado a personificar el cómic alternativo contemporáneo, la forma en que se cuentan las cosas puede ser tan importante como lo que se cuenta, ya que lo que se cuenta suele ser lo que nos ha sucedido durante la última semana, cuanto más íntimo y sonrojante, mejor. Y lo que aporta la canadiense Julie Doucet a su autobiografía viñetera Diario de Nueva York, editada por Inrevés, es una ingenuidad y candidez que contrasta con la crudeza y sinceridad de lo narrado, momentos fundamentales que quedan marcados al rojo en la memoria existencial de cualquiera.

Casi de exorcismo vital se puede calificar el acto de plasmar sobre el papel todas estas vivencias por parte de una personalidad que se muestra insegura y atemoradiza. No hay más que observar el estilo gráfico de Doucet, con esas viñetas abigarradísimas y repletas de objetos, sombras y suciedad, creando un ambiente opresivo en el que los personajes parecen no poder ni estirar los brazos sin salirse de los recuadros en los que habitan. Un detallismo exhaustivo y casi enfermizo para mostrar unas situaciones y sentimientos extremadamente verosímiles con los que es muy fácil identificarse.

Lo que parece por tanto una sucesión sin más de anécdotas apenas trascendentes se convierte al ir pasando las páginas en una hábil y, sobre todo, apasionante historia de momentos señalados en la vida de una persona en la que priman los sentimientos desaforados y un uso inteligente de los personajes secundarios, entre los que se encuentran, como curiosidad, personalidades señeras del cómic underground americano como Art Spiegelman o Charles Burns.

© humorenlared.com - Carlos Zoom - Actualizado el 17-09-01

 

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